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El fin de los días grises

A veces tengo que huir porque no puedo más

De una despedida telefónica a mi paradisiaca playa. Mi familia, mis amigos, mis charlas telefónicas con risas y broncas a partes iguales, la paella, el tinto con limón, las cremas solares con alto factor de protección, los periódicos y los dominicales, las fotos para los amigos que vienen, las añoranzas, las lágrimas de soledad, las sonrisas de melancolía, los bombones sin leche condensada, las anécdotas de ese pasado juvenil, las historias de viajes y los miedos del futuro, las nueras recién conocidas, mi tía, la visita a Las Rotas, los abrazos a mi madre, el dolor de cuello, los viajes en coche, llenar el depósito, arreglar la luz de freno, que se acaben mi botella de agua, que me ponga morena, que no deje de pensar en él, ni en ellos, la camarera sinvergüenza, la final de la Copa América, hablar con mi prima, reirme y hacerme feliz su felicidad, las amigas de mi madre, los miles de toques al teléfono, los sueños, las ausencias, las conversaciones, y las despedidas que no se hacen porque se nos hace tarde.

Tres días de huída. tres días maravillosos, y una madre y un hermano que no me los merezco.

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