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El fin de los días grises

Cuaderno de viaje: Milán, Berlín y Oslo



En estos días de caos aéreo, de cenizas y aeropuertos saturados, de otros aeropuertos vacíos, echo la vista atrás y pienso: "menos mal que no me sucedió lo mismo".

Salimos un domingo a las 6 de la mañana desde el aeropuerto de Barajas, Madrid, gracias a nuestros taxistas más amistosos, jaja, a nuestros grandes amigos, S. y D. Siempre dispuestos, con la sonrisa puesta incluso a las 4:15 de la mañana. Llegamos tras un buen vuelo a Milán (bueno, más bien a Bérgamo). Y a eso de las 8:15 estábamos camino de la ciudad, subidos en un autobús.

Milán nos recibió lluviosa, y así siguió todo el día. Ciudad señorial, elegante, revestida de un clasicismo y un toque especial, pero breve. Intensa, pero breve. Imprescindible el Duomo. Maravilloso nuestro billete para todo el día (il giornalino, si no me equivoco), por 3€, permitiéndonos movernos por la ciudad como quien da un paseo por el pasillo de su casa (eso para quien tenga una casa grande, claro, que en la mía no se dan muchos paseos). Fue un día duro por lo que decía de la lluvia, que no se detuvo ni un minuto, ni nos dejó un pequeño respiro. Empapados, cansados, derrotados, nos dirigimos al aeropuerto por la noche, para dormir ahí, ya que salíamos a las 6 de la mañana de nuevo, destino Berlín.
La noche en el aeropuerto fue realmente compleja, porque los italianos se empeñaron en "maltratar" a todos los futuros viajeros que allí estábamos. Una pena.
Lo mejor de Milán: la pizza y el helado de la comida, Il Duomo, la elegancia y lo fácil que es pasear por ella.
Lo peor de Milán: la incesante lluvia, la escasez de sitios que visitar con un día tan desapacible y que Luini's estuviera cerrado. Me quedé sin probar el Panzerotto!

Berlin. Poco más de las 8 de la mañana. Por fin no hay lluvia, un frío moderado y un viento algo incómodo en ocasiones, pero todo superable. Con nuestra mochila a cuestas logramos -tras indicaciones de la chica de información, que para eso está- subirnos a un tren regional que nos dejó en la mítica Alexander Platz (gloriosa canción por otro lado de Franco Batiatto, que encabeza este blog). De ahí a nuestro hostel apenas 10 minutos, genial. Pero al llegar ahí no teníamos aún la habitación lista, así que nos aseamos y nos marchamos a conocer esta histórica ciudad. Como apenas teníamos un día decidimos subirnos a un autobús de estos que te dan vueltas por la ciudad durante todo el día. Pues aparte del autobús caminamos como locos, lo que se sumaba a los kilómetros que habíamos hecho el día antes. Mortal. Y recomendable 100%
Volveré a Berlín sin duda. Aunque más días. Un lugar lleno de historia por cada rincón, por cada calle, mezcla de culturas y colores, de modernidad y antigüedad. Mínimo cuatro días más, vaya.
Lo mejor de Berlín: los precios, lo cosmopolita que es, los currywurst que compras en la calle y que están tremendos y que es una ciudad monumental.
Lo peor de Berlín: el cansacio acumulado y lo grande que es (inabarcable en tan poco tiempo).

Oslo. Llegamos a la capital noruega sobre las 3 de la tarde, creo. Por fin teníamos dos días por delante, sin tener que coger otro avión, jaja. Y en contra de lo que imaginábamos fue la ciudad donde menos frío pasamos. Se notaba por la nieve acumulada que había nevado hacía muy muy poco, pero nosotros tuvimos un tiempo privilegiado. Oslo es una ciudad pequeña, fácilmente paseable (si no fuera porque ya no sentíamos los pies) y realmente bonita. Su belleza es algo inusual, y sobre todo desconocida. Aluciné con Oslo, con sus calles, con sus vistas, con su orden, con su “cada cosa en su sitio”, y con su excelente transporte público. Supimos llegar sin muchos problemas a nuestro hostel, el más barato de la ciudad (lo que es un reto en una de las ciudades más caras del mundo), y descansar, soñar, reír, porque era nuestro último destino en el viaje express por Europa y todo había salido perfecto.
Conocimos Oslo de forma bastante completa para el tiempo en que estuvimos, gracias sobre todo al Oslo Pass, uno de esos billetes que sirven para todos los transportes públicos, museos y demás. Disfrutamos a muerte con las salchichas que venden en cualquier tienda, en cualquier esquina, y que prácticamente fue nuestro sustento (lo que la economía nos permitía). Y celebramos en Oslo nuestro 6º aniversario, nuestro sexto 7 de abril. Precioso escenario para un día que debe ser siempre santificado por nosotros.
Lo mejor de Oslo: sistema de transportes rapidísimo, la limpieza y el orden, los paisajes y sus calles, la sensación de calma.
Lo peor de Oslo: sólo se me ocurre una, es insultantemente cara. Por lo demás, supongo que en otro momento del año será horrible el tiempo, pero nosotros tuvimos suerte.

Como comentaba, dos días después nos marchamos de nuevo a Rygge, localidad cercana a Oslo, donde está su aeropuerto para vuelos económicos (sino de qué íbamos nosotros a ir a Oslo?). El vuelo salió a tiempo y llegó con adelanto, después de soportar a una decena de borrachos como nunca he visto en un avión. Si no se dejaron mil euros en bebidas durante el vuelo no se dejaron ninguno. Horrible.

Pero llegamos a Málaga. Y pudimos descansar, y hacer balance, y sentirnos felices por haber compartido de nuevo un viaje y que todo saliera tan bien. Qué maravilla de viaje, y la mejor de la compañía siempre: Él. Gracias por ser mi compañero, en los viajes y en la vida. Dame la mano siempre.

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