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El fin de los días grises

No sé qué me das que me haces volar

No sé qué me das que me haces volar A veces tengo la sensación de que necesito que pasen los días, que llegue cierto día que aún no sé cual es, y mientras tanto vivo en una etapa de transición. Días sin mucha historia, aunque en ocasiones repletos de personas, gestos y palabras. Así se pasan mejor.
Siempre se debería vivir con una ilusión en el horizonte, con un sueño en el corazón. El deseo de cumplir algo, poner una fecha a tu felicidad... para luego volver a poner otra más.
Queda poco tiempo para las vacaciones, aún no tengo claro que haré. Sólo dos cosas, que una semana la pasaré en la playa, con mi madre, y que otra semana la pasaré con D., de Málaga a Algeciras, con la intención de hacer una incursión en Marruecos. Me quedan colgadas dos semanas por ahora, que pueden llenarse con un viaje (primer destino hablado: Roma). Y es que necesito viajar, me apetece mucho coger un avión (el hecho de coger un avión no es que me emocione especialmente), pero me gusta tanto la sensación que ofrece llegar a un país extranjero, es una libertad especial. Pasear por las calles de otra ciudad, escuchar otro idioma, comer otra comida, beber otro agua... todo tiene un sentido diferente, y a mí me encanta sentirme así.
Creo que todos deberíamos salir, aunque sólo fuera un fin de semana, dos veces al año fuera de nuestro país... no me preguntéis porqué, es algo que pienso desde el fin de semana que pasé en noviembre en Asmterdam. Es tal renacimiento de ideas y de ganas que no tiene precio.
Nunca dejéis de volar, del modo que sea, pero levantad vuestras alas, movedlas y volad, volemos todos juntos, buscando nuestra ilusión, buscando un ideal... tú me haces volar.

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