La memoria y la escritura
Destacaba por mi gran memoria. Era capaz de recordar hasta el detalle más nimio. Cosas insustanciales, palabras ilógicas en una niña pequeña, datos sorprendentes, fechas relevantes.
Esa memoria prodigiosa me servía a la hora de hacer exámenes, a la hora de recordar tal o cual trabajo que debíamos hacer y el cumpleaños de cada uno de mis amigos y familiares.
Mis padres se apoyaban en ese don a la hora de hacer la compra (y no llevar lista de la ídem) o para nunca utilizar una agenda.
Sin embargo un día, igual que vino se fue.
Mi memoria pasó a ser sólo un extraño recuerdo del pasado.
Pudo ser la Selectividad, el exagerado uso que esos días hice de mi memoria para evitar estudiar como debería haberlo hecho. El caso es que algo se rompió y ella me abandonó.
Como sustituto sólo encontré una agenda, y otra, otra, otra más. Una cada año. Un lugar en el que apuntar cada hecho, cada cumpleaños y cada teléfono.
Ahora esa agenda viene completada con una libreta que siempre llevo conmigo. En ella encuentro anotaciones de lo más extravagantes. Desde el nombre de un jugador de baloncesto infantil que me sorprendió a el regalo posible para un amigo. Desde el nombre de una canción que me gustó y escuché en la radio mientras conducía a un tema que no quiero que se me olvide al hablar con alguien.
No sabría qué hacer sin esa libreta, la que ahora cambiaré por una preciosa que D. me trajo de Londres. Quiero llenarla ya de recuerdos, anotaciones, citas y obligaciones. ¿Hay algo que no debería olvidar?
Esa memoria prodigiosa me servía a la hora de hacer exámenes, a la hora de recordar tal o cual trabajo que debíamos hacer y el cumpleaños de cada uno de mis amigos y familiares.
Mis padres se apoyaban en ese don a la hora de hacer la compra (y no llevar lista de la ídem) o para nunca utilizar una agenda.
Sin embargo un día, igual que vino se fue.
Mi memoria pasó a ser sólo un extraño recuerdo del pasado.
Pudo ser la Selectividad, el exagerado uso que esos días hice de mi memoria para evitar estudiar como debería haberlo hecho. El caso es que algo se rompió y ella me abandonó.
Como sustituto sólo encontré una agenda, y otra, otra, otra más. Una cada año. Un lugar en el que apuntar cada hecho, cada cumpleaños y cada teléfono.
Ahora esa agenda viene completada con una libreta que siempre llevo conmigo. En ella encuentro anotaciones de lo más extravagantes. Desde el nombre de un jugador de baloncesto infantil que me sorprendió a el regalo posible para un amigo. Desde el nombre de una canción que me gustó y escuché en la radio mientras conducía a un tema que no quiero que se me olvide al hablar con alguien.
No sabría qué hacer sin esa libreta, la que ahora cambiaré por una preciosa que D. me trajo de Londres. Quiero llenarla ya de recuerdos, anotaciones, citas y obligaciones. ¿Hay algo que no debería olvidar?
3 comentarios
Zirta -
Helena -
Me parece que las cosas que no debes olvidar no te hace falta apuntarlas...las tienes contigo...
Un beso.
Toperro -
Yo tbn tuve una extraordinaria memoria para todo lo malo es que olvido cosas ahora q no quisiera haber olvidado.
Debería hacer como tú y tener siempre una libreta en mano para apuntar lo que pienso, veo, etcétera.