Hay momentos en los que, cuando conoces a alguien, no te paras a preguntar qué ha hecho los 25 años anteriores de su vida.
Conoces a esa persona en un entorno y piensas que toda la vida estuvo ahí, haciendo lo mismo y con la misma gente.
Pero todos tenemos un pasado. No es una amenaza, ni pretendo que el CSI nos investigue. Sólo os voy a intentar responder con unas pinceladas a una pregunta: ¿quién soy?
Nací en Madrid, hace treinta y pico años. El pico es irrelevante, bueno, o no. 33, sin paños calientes.
Desde siempre fui lo que se puede considerar una "buena niña". No me metí en problemas, nunca. Lloraba mucho, muy apegada a los míos, tímida hasta lo peligroso, extremadamente vergonzosa (en eso no he cambiado mucho). Mis rizos, casi tirabuzones, dejaron paso a un pelo liso, castigo de unas tijeras.
Siendo muy pequeña ya me dedicaba a grabar en mi habitación programas de deportes, en los que simulaba las voces de todos los personajes. Mis padres me escuchaban a través de las puertas, y supongo que ellos ya tenían claro lo que ni yo pensaba todavía: "esta niña tiene vocación".
Saqué notas normales, no sobresalía, aunque siempre mis profesores me tuvieron simpatía.
Las amigas del colegio siguen a día de hoy siéndolo, en un número pequeño, pero maravilloso. Nunca he necesitado reencuentros con ellas, porque nunca nos hemos separado.
Tengo un hermano, y un "casi hermano", al que conozco desde los tres años. Decenas de primos, decenas de tíos y tías. Ya ningún abuelo.
Mis padres eran personas humildes, trabajando para sacar adelante a sus familias desde pequeños, con unas vidas tan difíciles como todas las de los "hijos de la posguerra".
Educada sin religión imperante, sin demasiada dureza, pero siempre marcando los pasos con un hecho: respeto. Es lo que más me enseñaron en mi casa, respeto.
Como decía, sacaba notas normales, en mi colegio del barrio de Moratalaz, San Martín. También normales en BUP y en COU (que lo estudié en el nunca bien recordado por mi parte Colegio de Nuestra Señora del Pilar, en C/Castelló). Con un buen examen de selectividad me quedé a una décima de alcanzar mi sueño de estudiar periodismo... o eso parecía, pero ese año la nota de corte bajó de 6.50 permitiéndome así poder entrar en la Universidad Complutense de Madrid, carrera de Periodismo.
La estudié en sus cinco años correspondientes, siendo la última promoción del Plan Antiguo. Costó al final, porque ya lo compaginaba con trabajar (bueno, eso desde 2º), pero sirvió para conocer a gente que aún forma parte vital de mi existencia.
Como comentaba, mientras estudiaba empecé a trabajar. Iba los fines de semana a Chinchón -un precioso pueblo- a hacer un programa deportivo, en Radio Libertad. Una radio pequeña, perteneciente a Ruiz Mateos, que fue mi trampolín para cumplir todos y cada uno de los sueños que de pequeña tenía mientras grababa mis imaginarios programas.
De tan sólo unos fines de semana allí, pasé a colaborar más asiduamente: iba a cubrir los entrenamientos del Atleti, del Madrid, a hacer pie de banda a algunos partidos, a eventos de fútbol-sala, atletismo, rallies incluso. Espectacular.
Luego empecé a trabajar de forma diaria (y cuando digo diaria digo de lunes a domingo, jaja, sin cobrar un duro). Presentando, editando, dirigiendo programas. De comentarista en partidos de Madrid, Rayo y Atleti, en Champions, Uefa, viajando con los equipos (desde viajes a Zaragoza, Oviedo o Andorra, hasta pisar el mítico Old Trafford de Manchester, saludándome el mayor ídolo que siempre he tenido: Míchel).
Además, estuve durante dos años yendo a narrar cada uno de los partidos de Liga ACB que jugaban Madrid, Estudiantes y Fuenla, incluso la fase final de la Copa del Rey en Valencia.
Durante dos años estuve en Telemadrid Radio (u Onda Madrid), yendo cada domingo a los pequeños campos de la Comunidad de Madrid a contar los partidos de equipos de 2ªB y 3ª división, y también algún partido de basket. Y entre una cosa y otra Radio España me ofreció un puesto para un programa deportivo, me dijo que estaba contratada y luego me dieron la patada. Años después descubrí que fue porque era mujer. Pero bueno, ese programa para el que iba a trabajar lo llevaba el mismo tipo que en Radio Libertad fue mi jefe y me dejó a deber dos mensualidades. Pequeñas tretas de la pobre gente.
En fin, muchas más cosas se quedan en el tintero. Con ésto quiero decir que cumplí todo lo que siempre quise hacer, con menos de 25 años.
También durante cuatro años trabajé en una revista de diseño gráfico, Visual, que me permitió ver otro estilo de hacer periodismo. Pero no era lo mío, y encima se cruzó en mi vida un loco malagueño que me hizo dar la vuelta a todo, dejar casa, trabajo, amigos y familia, y marcharme a Málaga.
Y de eso hace ya cinco años. Cuatro trabajando en una empresa como teleoperadora (aunque básicamente también ahí he hecho de todo), y cuatro en mi piso. Toda una experiencia.
Los resúmenes son siempre un poco vacuos. Lo reconozco. Éste está hecho con prisas y ganas de explicar en una pincelada quién soy. Entre medias se pierde quizás lo más importante, explicar cómo soy, pero eso sería algo muy arduo, y es preferible dejarlo para otro momento.
Mi vida laboral. Es lo que ha centrado mi escrito de hoy. Y lo he hecho así porque quiero que a nadie le quepa la menor duda: he hecho en mi carrera profesional justamente TODO lo que quería hacer. Nada se me ha quedado en el tintero. Lo dejé porque no me compensaba para mi vida, pero lo hice, y creo que lo hice bien. Y eso es suficiente para que nunca nadie pueda pasarme por encima, ni intentar pisarme. Porque los que me conocéis bien sabéis que para mí el trabajo es sólo una forma de vivir. Ni dignifica ni te hace mejor ante nadie. Ni el trabajo, ni los estudios, ni lo que tienes. Me da igual todo eso.
Uno es lo que ha vivido, lo que le han enseñado, lo que ha querido, lo que ha merecido. Yo soy todo lo que sufrí para cumplir con mis sueños, y por eso jamás en mi vocabulario existirá la palabra "fracaso". Se fracasa en la vida, no en el trabajo. Y yo en la vida quiero y voy a ser una triunfadora. Que por mí no quede... ¿y tú quién eres?