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El fin de los días grises

Noches de turrón y regalos

Cada 24 de diciembre nos juntábamos en la "mini-casa" de mi abuela, cuando las familias parecían familias de verdad, y el rencor, la rabia y demás no aparecían con tantas ganas.

Pocos metros cuadrados para doce niños y catorce adultos.

Una pequeñísima habitación en la que cenábamos por turnos, en la que cada niño buscaba a su madre gritando, berreando, llorando.

Un salón que ahora veo que era más o menos como mi habitación de grande, donde se apilaban sillas y mesas, donde se movían a un ritmo vertiginoso las madres para ir trayendo y quitando comida (cuando comían ellas? de hecho, comían?).

Antes de esa caótica cena nos hacían bajar a las calles. Y ¡qué casualidad!, justo entonces llegaba Papá Noel que nos dejaba en el cuarto de mi abuelo un regalo a cada uno (pequeño, los grandes regalos estaban en nuestras casas). Con ellos jugábamos, a veces ni siquiera superaban la noche de vida (doce niños son muchos niños).

Al día siguiente volvíamos ilusionados a la casa de mis abuelos de nuevo, con más juguetes y más cara de sueño. Con una ilusión especial que hemos ido perdiendo, y que sólo recuperamos cuando nos reencontramos y charlamos sobre aquellas noches.

Noches de turrón y regalos...

1 comentario

Becker -

Que buenos tiempos aquellos en los que uno era niño y más inocentee de lo que se puede ser hoy día...¡Quiero ser niño de nuevo!