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El fin de los días grises

Del agua y otros menesteres

El agua entra por la garganta, fría, clara, cristalina de hecho.

El contacto con el interior es agradable, y su sabor (o no) es una delicia.

No cambio una botella de agua por el mejor vino del mundo, en según qué circunstancias.

El día que me compararon con una botella no supe si tomármelo como un halago o un insulto. Lo primero era lo acertado. Como en un concurso en el que tienes dos opciones, la A era la correcta.

La A de agua.

A mi madre no le gusta el agua en absoluto. Es quizás el líquido menos apreciado por ella a la hora de beber. Y sin embargo parece que sí le ha gustado el piso que la enseñé, con lo cual se acerca la posibilidad de tener un domicilio propio, una casa donde dar rienda suelta a la libertad que emana de mí.

También le gusta Málaga, aunque aún ésta no le haya dado su mejor cara.

Y volviendo al agua. Me encanta cuando en momentos de necesidad acuciante, como los de ahora, el agua cae del cielo en grandes cantidades, limpiando mi coche, llenando pantanos, mojando mi ropa, inundando mi alma de sensaciones.

Estas son pequeñas historias reales, del agua y otros menesteres…

1 comentario

Helena -

¿Qué a tu madre no le gusta el agua?... eso es por que no ha probado la de Solares...(broma para cántabros)...
Cómo no le va a gustar a tu madre Málaga, te verá a ti feliz allí y no le hace falta nada más...

Un beso.