Reencuentros
Reencuentros
Viene J. a Málaga, y lo hace con su novio-marido A.
Es un reencuentro físico, hacía tiempo que no nos veíamos, más de año y medio.
J. es un viejo amigo, de cuando yo trabajaba en la radio (hace más de 10 años). Un tio peculiar, una persona con la que ayer me daba cuenta- he vivido muchísimos momentos importantes de mi vida, a nivel profesional por supuesto, pero sobre todo a nivel personal.
Ayer recordábamos a algunos de nuestros viejos compañeros. Se han casado, se separan, conocen parejas nuevas, prefieren estar solos
Hicimos balance de los años compartidos, y casi convividos, habida cuenta del tiempo que pasábamos juntos.
Y recordé a tanta gente que ya parecía olvidada que se te remueve la conciencia, la mente, el corazón.
Vuelven los recuerdos.
Y recordé de nuevo a D., otro compañero de la radio que me marcó profundamente y cuyo deterioro nos llevó al olvido. Y ayer me armé de valor y le envié un sencillo mensaje al móvil. Y su respuesta me hizo sonreir (he cambiado bastante, soy gordo, calvo y feliz). Pero también me dí cuenta de las vueltas que da la vida.
J. me hablaba de una foto que tiene en su casa aún. Una foto hecha en Denia donde salimos este D., mi amiga R. y yo. Los tres vivíamos en Madrid. D. y R. tenían unas parejas que ahora ya no sabemos casi ni por donde andan. Y éramos jóvenes, insultantemente jóvenes e inocentes en cierto modo.
Hoy D. es taxista, y está soltero, ni aquella novia ni la posterior lograron atarle, o soportarle.
R. vive entre Sevilla y Cádiz, y acaba de tener un niño precioso que es nuestro sol, A.
Y yo vivo en Málaga. Y soy inmensamente feliz al lado de D. Pudiendo contarle estas pequeñas batallitas de cuando yo era más inocente, cuando soñaba con triunfar en la radio y vivir para siempre en Madrid. Batallitas de cuando peleaba a diario con mi padre por ver una cosa u otra en la televisión.
Batallitas de cuando salíamos por la noche cada jueves, tras trabajar, para hacer siempre la misma ruta: caminando por Colón, subiendo por Génova, llegando a la cervecería Santa Bárbara (con sus míticos Metros de calimocho) y acabar borrachos y bailando las canciones más horteras del Cartoon, con nuestro himno de los viernes: Vivir así es morir de amor, del inolvidable Camilo Sesto.
Son cientos de batallitas que esta mente selectiva se encarga de guardar en el baúl de los recuerdos. Y que en ocasiones necesito rememorar. Así comprendo mejor que fui muy feliz en Madrid, en mis años de la radio especialmente (aunque si lo pienso bien las etapas posteriores también fueron preciosas). Que conocí gente que ya no está en mi vida (excepto dos o tres casos), pero que en cierto modo forjaron también mi forma de ser. Me sentí valorada, me sentí útil, me sentí muy querida. Y eso lo tengo que agradecer.
Luego es cierto que las cosas no siguieron por esa ruta imaginaria que queremos dibujar para nosotros. Pero al menos espero que todos aquellos que reíamos a carcajada limpia en el Cartoon (hoy ya cerrado) sigamos sonriendo en ocasiones, y guardemos esas noches eternas en un cajón sin cerradura.
Es hermoso el reencuentro, aunque sea con uno mismo.
5 comentarios
Raquel -
Un besazo guapa, y que como siempre, me encanta pasarme por aquí para saber como anda todo
Helena -
Un beso.
M -
Los reencuentros deberían producirse una sola vez en la vida, para actulizar, pero no para recordar...
Muchos besos....
C. -
Julieta -
Trabajo a unos pasitos de Colón, así que pensaba en tu paseíto por Génova, y sentí una cercanía especial, algo raro: pensar que esta ciudad, donde yo hago mi historia, también es escenario de miles de historias más.
Un beso