Despedidas cotidianas
Es extraño ver cómo nos acostumbramos a todo en esta vida.
Cuando hace un tiempo pensaba en las despedidas algo se rompía, lo pasaba realmente mal, pero las circunstancias han querido que mis amigos vivan fuera, y que las despedidas pasen a formar parte de la rutina, como el encontrarnos después de un montón de meses.
La capacidad de adaptación del hombre es algo que no llegamos a conocer del todo, es una capacidad inmensa, mayor de la que imaginemos. Olvidamos que en nuestro pasado vivimos de una manera, con determinadas personas, con ciertos hábitos que pensábamos que jamás podríamos abandonar. Pero las etapas van pasando, dejas el colegio, el instituto, la universidad, el barrio, un trabajo, otro, la familia, los amigos, todo va cambiando, casi siempre, y tu proceso de adaptación ha sido tan paulatino que ni siquiera caes en que no te pareces en nada a la persona que comenzó a soñar hace más de una década. Te miras en el espejo y el reflejo te devuelve una imagen familiar, un gesto reconocible, pero no eres tú, o al menos no eres como fuiste. Y ese cambio no ha sido traumático, quizás porque a tu alrededor también todo se ha ido transformando y cada persona que formaba parte de tu vida ha vivido algo similar, también en silencio, también inconscientemente. Y hoy me enfrento al espejo y me doy cuenta de que las despedidas siguen siendo algo muy triste, que decir adiós a una amiga que se va al extranjero a seguir su vida no es tan sencillo como creemos, pero nos hemos disfrazado para hacer que sean "despedidas cotidianas".
Cuando hace un tiempo pensaba en las despedidas algo se rompía, lo pasaba realmente mal, pero las circunstancias han querido que mis amigos vivan fuera, y que las despedidas pasen a formar parte de la rutina, como el encontrarnos después de un montón de meses.
La capacidad de adaptación del hombre es algo que no llegamos a conocer del todo, es una capacidad inmensa, mayor de la que imaginemos. Olvidamos que en nuestro pasado vivimos de una manera, con determinadas personas, con ciertos hábitos que pensábamos que jamás podríamos abandonar. Pero las etapas van pasando, dejas el colegio, el instituto, la universidad, el barrio, un trabajo, otro, la familia, los amigos, todo va cambiando, casi siempre, y tu proceso de adaptación ha sido tan paulatino que ni siquiera caes en que no te pareces en nada a la persona que comenzó a soñar hace más de una década. Te miras en el espejo y el reflejo te devuelve una imagen familiar, un gesto reconocible, pero no eres tú, o al menos no eres como fuiste. Y ese cambio no ha sido traumático, quizás porque a tu alrededor también todo se ha ido transformando y cada persona que formaba parte de tu vida ha vivido algo similar, también en silencio, también inconscientemente. Y hoy me enfrento al espejo y me doy cuenta de que las despedidas siguen siendo algo muy triste, que decir adiós a una amiga que se va al extranjero a seguir su vida no es tan sencillo como creemos, pero nos hemos disfrazado para hacer que sean "despedidas cotidianas".
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