Unos vienen, otros van
Cuando era pequeña y mi equipo perdía un partido, sobre todo en Copa de Europa (vaya noches que recuerdo, en el salón, con mi padre y mi hermano) era capaz de no cenar. Los ojos se me llenaban de lágrimas, lloraba porque ese estúpido deporte que es el fútbol me aportaba un montón de sentimientos contradictorios, increibles, difíciles de explicar, imposibles de entender para los que no los han vivido de cerca.
Con los años una va cambiando sus aficiones, y aunque nunca he dejado de lado el fútbol, un 20 de mayo de 1998 cumplí con mi cupo de felicidad, y a partir de ahí la intensidad de mis emociones fue bajando.
Quizás fue el trabajo, quizás fue que cuatro años después dejó de acompañarme en el sufrimiento la persona que más me animaba siempre, y las ganas desaparecieron.
Sin embargo poco después ha aparecido otra persona que lo vive como yo, y me ha enganchado de nuevo a esta fiebre, a este veneno. Y hoy estoy casi llorando, porque las emociones se juntan, las despedidas, las ausencias (te echo de menos papi), las derrotas, y me siento como esa noche en que nos humillaba un equipo danés de cuyo nombre no quiero acordarme (vale, para los que crean que no sé de qué hablo: Odense), o cuando el mejor Milan de la historia nos metió un 5-0 impresionante en San Siro...
Sí, es absurdo, es sólo fútbol, pero sé que habrá quien me entienda perfectamente, con eso me conformo.
Hoy M. se ha vuelto a ir lejos, sin billete de vuelta, le echo ya de menos.
Mañana mi madre se marcha a Argentina, será una ausencia larga, se lo merece, ojalá disfrute, ojalá olvide y viva como debe hacerlo, como todos debemos hacerlo, al 100%. Yo me quedo cuidando de un equipo moribundo, a algunas nos gusta sufrir.
Con los años una va cambiando sus aficiones, y aunque nunca he dejado de lado el fútbol, un 20 de mayo de 1998 cumplí con mi cupo de felicidad, y a partir de ahí la intensidad de mis emociones fue bajando.
Quizás fue el trabajo, quizás fue que cuatro años después dejó de acompañarme en el sufrimiento la persona que más me animaba siempre, y las ganas desaparecieron.
Sin embargo poco después ha aparecido otra persona que lo vive como yo, y me ha enganchado de nuevo a esta fiebre, a este veneno. Y hoy estoy casi llorando, porque las emociones se juntan, las despedidas, las ausencias (te echo de menos papi), las derrotas, y me siento como esa noche en que nos humillaba un equipo danés de cuyo nombre no quiero acordarme (vale, para los que crean que no sé de qué hablo: Odense), o cuando el mejor Milan de la historia nos metió un 5-0 impresionante en San Siro...
Sí, es absurdo, es sólo fútbol, pero sé que habrá quien me entienda perfectamente, con eso me conformo.
Hoy M. se ha vuelto a ir lejos, sin billete de vuelta, le echo ya de menos.
Mañana mi madre se marcha a Argentina, será una ausencia larga, se lo merece, ojalá disfrute, ojalá olvide y viva como debe hacerlo, como todos debemos hacerlo, al 100%. Yo me quedo cuidando de un equipo moribundo, a algunas nos gusta sufrir.
5 comentarios
Toperro -
Helena -
"te echo de menos papi"...compartir estos sentimientos con los demás no es tan fácil como la gente se puede creer...
Cómo siempre...Gracias Diana...
Besos.Adios.
Miguelón -
nastrud -
Por cierto, me acuerdo de la noche de Odense también... la cara que se nos quedó a mis amigos cuando pusimos la primera y vimos el resultado..
Un beso Di
Ciclop -