Noches de septiembre, ojalá...
Fruto de esa extraña manía que siempre tuve de meter canciones sorpresa en los cds que me grabo, esta noche las letras acuden en mi busca.
Al alba de Aute ha sido la inspiradora-conspiradora, la excusa para mandar dos mensajes que ya eran necesarios.
También ha sido culpable de que cambiara el cd y acudiera rauda y presurosa a la caza y captura de Mano a mano, aquel inolvidable concierto que regalaron Luis Eduardo Aute y Silvio Rodríguez a la entregada muchedumbre de Las Ventas.
Canción tras canción han ido asomándose, tímidos, mis recuerdos.
T. y nuestra etapa cantautores, recorriendo locales para oir a todos aquellos que nos gustaban.
R. y su aparente desidia musical, disfrazada con poesía sentimental.
M. y sus ganas de compartir sus gustos con los demás.
Escuchando Las cuatro y diez, Al alba, Te doy una canción, Qué hago ahora contigo, he arañado mis sentimientos, y me he encontrado sentada en la habitación de R., en ese suelo antiguo de Velásquez, he olido las pinturas del cuarto de M., he notado el frío de su casa, la misma en la que conocí a O., importante en nuestras vidas.
He recordado esa preciosa plaza de toros de Las Ventas, las noches de conciertos y uno de mis sueños hecho realidad: cantar y escuchar Ojalá al ritmo de la guitarra acompasada de Silvio, junto a dos de las personas más importantes de mi vida, R. y T.
Qué noche tan hermosa, noche de septiembre; fue en Madrid, en la época del año que más me gusta, ruido callado del silencio, esas noches estrelladas a las que les robaron las estrellas.
Gracias Aute por haberme hecho llorar de nostalgia y escribir a mis dos amigas, con palabras enfundadas en lágrimas. Gracias por devolverme a mi pasado.
Al alba de Aute ha sido la inspiradora-conspiradora, la excusa para mandar dos mensajes que ya eran necesarios.
También ha sido culpable de que cambiara el cd y acudiera rauda y presurosa a la caza y captura de Mano a mano, aquel inolvidable concierto que regalaron Luis Eduardo Aute y Silvio Rodríguez a la entregada muchedumbre de Las Ventas.
Canción tras canción han ido asomándose, tímidos, mis recuerdos.
T. y nuestra etapa cantautores, recorriendo locales para oir a todos aquellos que nos gustaban.
R. y su aparente desidia musical, disfrazada con poesía sentimental.
M. y sus ganas de compartir sus gustos con los demás.
Escuchando Las cuatro y diez, Al alba, Te doy una canción, Qué hago ahora contigo, he arañado mis sentimientos, y me he encontrado sentada en la habitación de R., en ese suelo antiguo de Velásquez, he olido las pinturas del cuarto de M., he notado el frío de su casa, la misma en la que conocí a O., importante en nuestras vidas.
He recordado esa preciosa plaza de toros de Las Ventas, las noches de conciertos y uno de mis sueños hecho realidad: cantar y escuchar Ojalá al ritmo de la guitarra acompasada de Silvio, junto a dos de las personas más importantes de mi vida, R. y T.
Qué noche tan hermosa, noche de septiembre; fue en Madrid, en la época del año que más me gusta, ruido callado del silencio, esas noches estrelladas a las que les robaron las estrellas.
Gracias Aute por haberme hecho llorar de nostalgia y escribir a mis dos amigas, con palabras enfundadas en lágrimas. Gracias por devolverme a mi pasado.
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