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El fin de los días grises

M.

Estoy agobiada, muy muy agobiada. Y no es por mí, ni por nada que me concierna directamente, o al menos nada en lo que yo pueda colaborar.

Estoy agobiada por haber sentido de viva voz el sufrimiento de M., un amigo como pocos, como ninguno más bien. A veces las palabras reflejan muchas cosas, pero juro que hasta que no le he oído no he comprendido el empaque del problema. Y es grande. Porque a mi M. se le ha borrado la sonrisa como nunca, se le apagan las palabras y se le borran los sueños. Y yo no voy a permitir que eso pase y le vea alejarse, hundirse, temerse.

Me ha desconcertado su voz tan tenebrosa, tan seca. M. no es así. M. es alegría, locura, esperanza, sueños utópicos, pero sobre todo M. siempre ha sido ilusión, al menos para mí. Y fuerza, la que te daba cada abrazo suyo.

Mi madre siempre recuerda a M. por sus abrazos, en un día tan duro como cuando estábamos en el tanatorio junto a mi padre. Y cómo olvidarlos? Yo tengo la suerte de haberlos recibido en multitud de ocasiones, riendo y llorando, aunque casi siempre riendo. Esos abrazos bárbaros (en la acepción más argentina posible), por los cuales casi todas sus amigas se quejan, y con los que yo tanto disfruto.

Porque me hacían sentirme protegida, querida, necesitada.

M. da todo, da demasiado, tanto que jamás encontrará recompensa. Si tuviera que elegir cinco personas para estar con ellas en una isla desierta el resto de mi vida no me cabe ninguna duda que él tendría su lugar.

Porque ahora me falta pero sé que le tengo. Pero sólo pensar en que me faltara de verdad, que M. no existiera o nunca más le pudiera ver esos ojos tan vivos... se me cae el mundo.

M. es imprescindible, como pocas personas lo han sido, son y serán. Porque me dio y me da todo, sin recibir nada a cambio, sin exigir, sólo aconsejando a que vaya por un camino más correcto. Porque siempre ha creído en mí, y me ha apoyado, aunque no me lo mereciera o mi elección pudiera hacerle daño.

Quiéreme M., no dejes de quererme, porque la felicidad que yo he podido sentir estos últimos tiempos se apaga como una cerilla si tú no tienes fuerzas ya siquiera para seguir queriendo.

Vuelve a sonreir, vuelve a soñar, vuelve a ser ilusión... porque sin eso yo también me rindo, te lo prometo: me rindo Marcos.

4 comentarios

Anónimo -

M. imprescindible. Aunque el no se lo crea, volvera a ser el mismo, no el mismo, mejor. Lo sera porque te tiene a ti, a Rossana, a esa joya de niño al que llama ahijado, a las decenas de personas que le adoran y aunque egoistamente lejos yo tambien cuido de el.
Gracias por creer en el sin pegas, gracias por mantener su llama, que si se apaga, la mia se apaga con el.
Tanto tiempo intentando enseñarle a estar sin mi que se me olvidó aprender como estar sin el. El me enseñó a soñar a levantar mis pies del suelo, me enseñó a volar y es ahora cuando he volado alto cuando mas necesito que me necesite.
M es fuerte y el lo sabe gracias a ti Di y las personas que como yo necesita esos abrazos, los de M.
Gracias Di.

Helena -

Claro que sí Eme, esto es sólo cuestión de tiempo. A Diana no se le puede fallar...

Un beso.

M -

me has emocionado, como tantas veces has hecho, y como todas las que te quedan aún por ahí escondidas y guardadas, o más bien, inagotables, porque para mi sigues siendo inagotable...
ha sido una mala racha, uno guarda tantas cosas que se le viene la casa encima, y ya no sabe qué hacer con tanto. Jenny me decía que quizás era demasiado humano, y yo pensaba que quizás demasiado tonto, demasiado lerdo... aunque tú digas ahora mismo con la cabeza que no y sonrías por mis tonterías...
Solo será tiempo, no lo sé... supongo. Levantarme otra vez con ganas y olvidar, olvidar para desalojar, que es lo que quiero hacer, desalojar todo el espacio comprimido que me ha efixiado.
Muchas gracias amor, yo te quiero mucho, aunque calle, aunque me lo guarde todo, se que te tengo y sabes que me tienes...
te quiero guapa

nastrud -

Muchos ánimos Di, espero y deseo que todo salga bien y M. vuelva a sonreir pronto.