Manga larga
Vuelvo a Málaga, desterrando de mi vestuario la manga larga, la poca manga larga que he podido ponerme en madrid.
Se va esa brisa fresca y nos recibe un sol respondón.
Me quedo sola, por primera vez en tres semanas, con miedo por no saber si podré con ello, o si me he vuelto una mujer temerosa.
Supero las primeras horas, me sirve para ello cada palabra que mi madre en estas tres semanas me ha repetido, los resultados y las apariencias. Eso es más que suficiente.
Me quedo sola, con las palabras, los abrazos, las caricias y la comida congelada.
Con ganas de utilizar mi nueva manta, mi nuevo organizador para el armario, mi nueva colonia, mis viejos platos.
Son muchos kilómetros de distancia, pero más son los que hay entre mi hermano y su chica, y ellos los llevan bien.
Hablaba con D. estos días, en ese pequeño paraíso que ha sido la que fuera la habitación de mi hermano en Madrid. Hablaba con D., como decía, de la necesidad que tenemos de sentir que también en Málaga tenemos los amigos que tenemos en Madrid. Hablábamos mucho, en ese cuarto, en Sol, en Plaza de España, en la Rosaleda del Retiro, en la Plaza del Ángel Caído, en el estanque.
Hablábamos porque lo necesitábamos, y las palabras se peleaban por salir. Al final todas llegaban a meta, y se sellaba con un beso.
Han sido unos días preciosos, unas vacaciones necesarios y ahorradoras, de cara a un viaje a Shanghai.
Ahora nos quedan días de ajetreo, pero ya en Málaga. Cambio de nuevo mi ciudad por mi ciudad, su ciudad por su ciudad, porque ambos somos ya de los dos sitios.
Y para demostrarlo, he ido a La Rosaleda a ver una nueva victoria de mi Málaga, de su Málaga. Y ya son siete de siete. Y las sonrisas que han asomado al balcón bien merecen todos los esfuerzos y todos los kilómetros.
Seguiremos informando, de momento aviso: he vuelto a guardar la manga larga.
1 comentario
Helena -
Besos.Adiós.