Blogia
El fin de los días grises

En tu ausencia respiro

En tu ausencia respiro Estoy sola en casa. Acabo de llegar de la calle de hacer la compra, de recoger unas torrijas de casa de mi hermano (gracias niño!!, también gracias a A.!!). El día es precioso, el día es primaveral, el sol brilla con mucha fuerza, las chaquetas han quedado aparcadas en el armario, el abrigo se ha quedado escondido en un ropero, y he sacado mi sonrisa que sólo aparece en esta época, he cantado en mi coche a Maldita Nerea, a voz en grito mientras el resto de conductores me miran y no pueden evitar o sonreir o pensar que estoy loca. Estoy locaaaaaaaa!! Síiiiiii. En otro semáforo me he echado a llorar, como una tonta, recordando a mi padre (siempre me pasa en ese semáforo, porque fue el lugar en el que le dejé ese horrible día que nunca se borra), tres semáforos más adelante me he sentido enormemente feliz porque mi niño me ha confirmado que viene a Madrid el miércoles, ya es seguro, ya tiene billete, y dejará esas tierras sureñas para compartir esta extraña y bella historia, a la que pondremos un capítulo importante, quizás el fundamental. Más adelante he visto a mi hermano, con mis torrijas, he recorrido unos cuantos kilómetros de Madrid en escasos minutos, es lo que tiene que la ciudad se convierta en coto exclusivo de absurdos trabajadores. Da gusto cuidar de esta -triste últimamente- ciudad fantasma, es cuando la siento más mía que nunca, cuando saca lo mejor de mí, cuando comprendo que adoro Madrid, que no puedo vivir en otro sitio, que aquí he nacido, he crecido, he vivido y quiero seguir haciéndolo.
Estoy feliz, eufórica, pero paradójicamente siento una enorme tristeza. Se ha agolpado en mí ese sentimiento, ese recuerdo hacia quien un día me provocó escribir aquello de "En tu ausencia respiro", la persona a la que más abrazos me quedaron sin dar. Por eso no puedo permitir que eso vuelva a suceder, que esos sentimientos queden enquistados en el corazón, porque eso duele.
Voy a copiar aquí lo que escribí hace ya tiempo, aunque podría escribirlo ahora y sentir lo mismo, o más... papá, te echo de menos.

"De repente hoy lo siento, siento que por fin soy capaz de emprender un proyecto que debí haber iniciado hace años, casi parece que siglos, será porque en el siglo XX lo pensé y ahora por fin, en el XXI, lo empiezo.
Y es tu ausencia, tan fría como dolorosa, la que me empuja a ello.
Creía que no, que nunca sería así. Pensaba que tu ausencia sería un dolor inmenso al principio, que daría paso a un espíritu de superación… y sin embargo, no está siendo así, más bien al contrario. Es como la botella de agua de la nevera que se debe ir rellenando; pero siempre hay alguien que bebe de ella y olvida que quizás alguien más quiera beber después. Esa otra persona se encuentra sólo una botella medio vacía… y digo medio vacía porque nunca he sido una persona positiva.

Despierto y entre la niebla que provoca el despertar siento una bofetada de nostalgia, de dolor, un dolor que he ido aprendiendo a conjugar día tras días. No queda más remedio que seguir intentando sonreir, como siempre hacía, como tú querías verme.
Pero es tan injusto que dan ganas de gritar… pero ¿contra quién grito? No hay un ente, una persona a la que dedicar mi rabia.
Querría hablar contigo, que tuviésemos ahora todas las conversaciones que tú me pedías con la mirada, aquellas que sólo en los últimos días tuvimos de verdad. Hablar contigo, horas y horas, conversar sin parar, mirarte a los ojos, sentir tu sonrisa, tan franca, tan sincera, llena de cariño, de amor puro, de amor incondicional. No tengo una manera real de decirte lo que te quiero, lo que me pesan esas dos palabras en el alma, porque debería habértelas dicho hace ya demasiado tiempo… y sin embargo me las callé, y ahora queman dentro.

Son tantas, tantísimas, las veces en las que me falta el aire, en las que me ahogo, pensando en mi padre… que lo único que puedo hacer para recuperar la respiración es quitar su pensamiento de mi cabeza. Pero ahora mismo no puedo, ahora mismo sólo me sale llorar, pensar en él, gritar si pudiera, buscando una respuesta. No entiendo esta ausencia, no comprendo porqué nadie me abriga por las noches, porqué ya no está él para llenar ese hueco que se ha quedado inmensamente vacío. Y me mata este dolor, de verdad, me mata no poder hacer nada para enjugar mis lágrimas. Y también, al mismo tiempo, me mata saber que dentro de unos minutos esta tristeza se habrá mitigado, casi habrá desaparecido, porque tengo que seguir mirando hacia delante".

0 comentarios