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El fin de los días grises

Y me lo quería perder

Y me lo quería perder Me levanté a las nueve y cuarto. Era mi primer partido desde junio. Tenía ganas, incertidumbre ante mi "rentreé", pero muchas muchas ganas.
Porque durante el verano pensé que ya no volvería a hacerlo, y encontrarme de nuevo en un campo de fútbol, aunque fuera de tercera división, contando lo que pasaba a cuatro locos que nos escuchan, es algo que me da vida.
Y me sentí viva, pletórica de alegría, desde las diez y media de la mañana hasta las dos de la tarde que acabé.
Hablé con D. por teléfono, mientras me acercaba al McDonalds de Kinépolis a comprar una hamburguesa. Tenía un capricho, no podía fallarme más.
Llegué a casa, con el olor de la hamburguesa en el coche y cuidando de que no se cayera la coca-cola. +
Subí corriendo, comí, y sonó el teléfono. Era mi prima P. que me preguntaba por mis ánimos, después de la gran crisis del viernes. Mientras hablaba con ella (apenas las tres de la tarde) sonó el móvil. Era E., desde su casa, llorando, nerviosa, con un ataque de ansiedad, que me pedía que por favor nos viéramos. No lo pensé. Subí al coche y me fui a buscarla a su casa. Diez minutos para que dejara de llorar, para que tan sólo se tranquilizara, a partir de ahí me contó las razones de su llanto, de su ataque, de su rabia.
Para distraerla, para evitar que la cosa fuera a mayores me la llevé a dar una vuelta, y se me ocurrió ir a ver a A. al Jamaica donde trabaja. Me encontré también con su padre, nos pusimos al día de cotilleos y penas, nos tomamos un café y nos fuimos A., E. y yo a Arganda a cada de S. Allí llegamos y nos "sumergimos" en el ambiente argentino, tomando mate, disfrutando de ese momento tan especial, de esa cultura, de esa filosofía de vida que es el mate. E. iba poniendo la sonrisa de vez en cuando, y ese era el único objetivo real. Nos reímos recordando "lo de la Biblia" y la frase célebre: "me he fumado el apocalipsis". Entre risas y risas, E. y yo decidimos ir a ver a A. y ya de paso darle las fotos de nuestro viaje a Roma y Florencia. Así que en su casa nos plantamos, tras dejar pendiente una invitación con asado incluído, ¡¡¡amo Argentina!!!
Vimos fotos, hablamos, y nos distrajimos. Y llegó el momento de volver, más de ocho horas después, dejé a E. en el mismo sitio en el que la recogí, pero con mejor cara y más ánimo. Hoy ya está bien, las aguas vuelven a su cauce, y no me arrepiento en absoluto de haber estado en el lugar y el momento adecuado para ayudar a una amiga, pese a perderme una de esas tardes de domingo absurdas y aburridas que tanto me gustan.
Tenía que contarlo, porque pasó, porque es parte de mi vida y porque a veces yo también necesito contar cosas insustanciales.
Otro capricho más, sí, estoy muy caprichosa...

3 comentarios

Jota -

Ojalá yo fuera como tú...

Ciclop -

Que tarde tan bonita... son las mejores, en las que tu plan es estar solo y acabas rodeado de todos aquellos que quieres... improvisando y empalmando acontecimientos... me encantan esos dias...
Un besote :)