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El fin de los días grises

Carla

El día 1 de febrero llegó a nuestras vidas Carla. Una pequeña criatura de 3.300 gramos, hija de M. y M., una doble M que se entrelaza perfectamente, y que es muestra de que el amor es más fuerte que ninguna institución, sea esta del tipo que sea.

Carla llega, y yo desde la lejanía siento una inmensa felicidad por haber sido partícipe de la vida de su madre.

M. llega a mi vida cuando yo tengo 15 años, y lo hace como novia de mi “amigo-hermano” A.

Una relación adolescente, buscando ser madura cuando era algo que la edad negaba (y A. con sus actos también).

Cuando nos conocimos yo iba con recelo. M. no dejaba de ser una más que se cruzaba entre la amistad que A. y yo teníamos. Desde los 3 años juntos, y cada vez que una chica aparecía en su vida (y eran muchas) yo sentía temor de perderle. El tiempo ha demostrado que eso no iba a pasar.

M. se quedó para siempre a mi lado, sí. No como novia de A., sino como amiga mía. La amistad fue creciendo, y sin saber cómo se cimentó con fuerza. Y hoy me siento más orgullosa aún de haber tenido la posibilidad de compartir con ella los sinsabores de la vida, y los momentos más dulces, por supuesto.

Quizás la manera de enterarme no ha sido la más bonita, ni la justa, ni la soñada; ha sido bastante fea, pero la noticia en sí vale más que el resto.

Carla, bienvenida.

Carla, gracias por llegar y ponernos a todos una tierna sonrisa en la cara.

Carla: qué suerte tienes de tener una madre como la que tienes.

Te quiero mucho, M.

1 comentario

Helena -

Bienvenida Carla, y estoy segura de que sabrás disculpar a M.;)

Un beso.