El día 7
 Ayer fue un día de reencuentros, desde Londres vino con la maleta cargada de recuerdos y una camiseta de Beckham preciosa (destino: yo), mi hermano. Cansado y harto de ese 'Londres me mata', D. llegó con la misma sonrisa feliz, y a mí me iluminó el día. No hubo tiempo para mucho, sólo para el transcurso en coche desde la Estación Sur a Manuel Becerra, poca cosa, pero espero tener hoy más posibilidades para conocer cómo ha sido su experiencia.
								
				
				Ayer fue un día de reencuentros, desde Londres vino con la maleta cargada de recuerdos y una camiseta de Beckham preciosa (destino: yo), mi hermano. Cansado y harto de ese 'Londres me mata', D. llegó con la misma sonrisa feliz, y a mí me iluminó el día. No hubo tiempo para mucho, sólo para el transcurso en coche desde la Estación Sur a Manuel Becerra, poca cosa, pero espero tener hoy más posibilidades para conocer cómo ha sido su experiencia.Corriendo (o en coche) me fui a mi casa, donde había quedado con T., recién llegada de Bruselas en una de sus visitas efímeras. Suficiente para ponernos al día y tomarnos nuestros vinitos en el Bacchus, con E&E. De nuevo 'risoterapia', aunque esta vez nos faltaba A., y ganas de repetir, más bien en ese momento ganas de continuar. Pero la noche nos atrapó, y T. tenía que ir corriendo hasta Moncloa para no perder su último bus. Así que me puse el traje de piloto de Fórmula 1, el casco de Fernando Alonso y en tiempo récord atravesamos un Madrid nocturno, mi paseo favorito por mi ciudad. De Moratalaz a Moncloa, pasando por Colón y Argüelles y volviendo por Gran Vía, Cibeles y la Puerta de Alcalá. Un maravilloso recorrido por las calles de mi vida.
El último reencuentro, aunque cronológicamente fue el primero, fue con mi madre. Nos costó entrar en situación y hablar con calma, fruto de mi incomunicación y mi breve independencia. Pero entre anoche, tarde, muy tarde, y esta mañana vamos recuperando el pulso de nuestra siempre tempestuosa relación 'madre-hija'.
Lo que pasa es que D. me dijo algo anoche, en plena crisis, que me despertó un poco: "Sólo existen doce días 7 al año, y tenemos que disfrutarlos". No se equivocaba. Desde hace 3 meses el día 7 es el día más especial que existe. Y él es la persona que más feliz me hace. Por eso y por mil razones más que tardaría siglos en contar y que deben además quedar para nosotros, es por lo que le quiero tanto, es por lo que no pienso desaprovechar el tercer día 7 de mi vida, yo sé lo que me digo.
 
       
		
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