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El fin de los días grises

Campeones del Mundo, con aroma a vainilla…

Ser campeones del mundo tiene olor a vainilla. Sí, y suena a Ana Torroja reversionando los grandes éxitos de Mecano.

Porque ese es el escenario de mi obra de teatro mientras escribo.

No habría sido posible escribir un guión mejor, con tintes trágicos, con momentos de rabia contenido, con euforia, con alegría, con posterior tristeza.

España es campeona del mundo. Y no lo es del “deporte rey”, aquel deporte que no da ni una alegría a este desmembrado país.

España es campeona del mundo, de ese deporte tan extraño que pocos entienden, con un equipo formado por tíos muy altos, muy grandes (y también en lo personal), que manejan un balón de manera encomiable.

Chavales, hombres, entregados de verdad a una causa: el triunfo.

Amigos que lloran cuando uno, el mejor de ellos, se queda fuera de la gran final por una desgraciada lesión.

Amigos que se entregan a la fiesta cuando llega el momento, ignorando – o queriendo hacerlo- que hay varias cámaras y millones de personas mirando cada gesto que hacen.

Amigos que se abrazan, sonríen, y nos hacen a nosotros (distantes telespectadores) emocionarnos con sus propias lágrimas.

El partido fue glorioso, perfecto en defensa durante la primera mitad, inolvidable.

Los jugadores se partieron el pecho para llegar a lo más alto, y gritar por encima del resto de naciones que se habían dado cita en ese estrambótico país, caótico y deseado, que es Japón.

Y bien que han gritado, bien que nos han hecho gritar, saltar, llorar, reir.

Sí, reconozco que yo he llorado, en silencio, a oscuras en esa sala de cine donde he tenido la suerte de ver ese espectáculo con D. y su padre.

Y sin embargo, de todos los gestos preciosos que he visto, me quedo con uno. El que más me ha llegado, el que más me ha sorprendido.

Pepu Hernández ha dirigido magistralmente a su equipo, a la selección española, justo pocas horas después de conocer que su padre había fallecido a miles de kilómetros de distancia.

Y se ha callado, pocas personas sabían este hecho durante el encuentro. Quiso que los jugadores no conocieran la noticia para que sólo pensaran en ganar, y no empañar un momento tan especial, único, histórico.

Es una de esas historias que te hacen admirar a las personas. Aunque seguro que habrá quien no lo comprenda y piense que es un enfermo.

Yo, que tuve la suerte de entrevistar a este gran hombre tantas veces, hoy me quito el imaginario sombrero para decir: “Chapeau, José Vicente, eres grande”. Y por supuesto para darle mi pésame y mi enhorabuena. Qué contradicción, qué irónica es la maldita vida.

Somos campeones… y huele a vainilla, vaya que sí huele.

(Para aquellos que seguro que no saben de qué va todo esto: España ha ganado el Mundobasket en Japón, en un partido memorable contra Grecia.
Pau Gasol, elegido posteriormente M.V.P. (jugador más valioso) del torneo, no pudo jugar debido a una inoportuna lesión producida en la semifinal contra Argentina. Y todos sus compañeros se han conjurado en ganar para poder dedicarle a él, gran estrella de un equipo magnífico, ese triunfo que nunca este país había conseguido.
Por último, Pepu Hernández es el entrenador. Un hombre sabio, sereno, que respira paz e infunda calma, o viceversa. Su padre murió el día antes del partido y esa noticia no se dio a conocer públicamente hasta algo después de la victoria y la celebración. Por ello mi homenaje, por ello y porque encima es un maestro en lo suyo. Queda dicho. Campeones del Mundo de Baloncesto).

2 comentarios

Carolina -

Que tendrán estos chicos para hacernos tan felices.
Un abrazo

Helena -

Y qué aroma D., será inolvidable. Ya tenemos la primera para contar a nuestros nietos,..."yo viví la primera medalla de oro en aquel mundial de Japón"... ojo, bien digo que es la primera.

Un beso.