Blogia
El fin de los días grises

Dedicados

25 de abril

25 de abril Bien, llego tres días tarde. Pero es que esos tres días han sido de tal ajetreo que no he tenido ni un respiro para ponerme enfrente del ordenador y situar mis pensamientos.

Suena "Pasaba por aquí" en una versión de Castillo Blanco (Mexicanto).

A lo que iba:

25 de abril de 2008. Esta era una fecha que para mi padre debía estar marcada en letras de oro. Toda una vida trabajando (desde los 11 años) para que ese día llegara la ansiada jubilación. Un momento de inmensa alegría, horas de ocio, más tiempo de descanso, libros, películas, fútbol, mucho deporte, paseos por la playa, estar sentado en el sillón al lado de mi madre, ir con ella a uno y otro lado.

Ese día debería haber estado marcado a fuego, vivido a tope, soñado como el mejor de nuestros días.

Y sin embargo el 25 de abril de 2008 conocí al hijo de mi prima M., el pequeño Marquitos, que ese día celebraba su santo. Fuimos a Calahonda, mi madre, mi hermano y yo. Luego estuvimos comiendo en Rocamar, con mi D.
Compramos helado en "Inma", me mareé, pasé una tarde insufrible en el trabajo, cenamos de nuevo juntos los cuatro. Y no hubo ni un atisbo de felicidad.

Porque ese día, ese 25 de abril, mi padre habría cumplido 65 años. Pero no lo hizo, y no volverá a cumplirlos. Y nunca más un 25 de abril será un día que celebrar. Porque sin él, ¿qué sentido tienen los cumpleaños?, ¿la Navidad?, ¿su noche favorita, la de Reyes?, ¿una victoria del Madrid?

El vacío que él dejó es mayor que cualquier otra felicidad. Su ausencia me acompaña cada día. Intento hablar con él, pero ese simple intento me sirve sólo para derramar lágrimas. Como ahora mismo. Porque tenía que haber compartido aún tantas cosas con él, haberle escuchado más y más. Recuerdo su risa, sobre todo su sonrisa; recuerdo su olor, su cara de alegría. Le recuerdo cada segundo. Va conmigo donde voy, pero me falta. Y odio los 25 de abril. Y odio no poder llamarle y felicitarle.

Odio que ayer en el Bernabeu se me escaparan de nuevo unas furtivas lágrimas pensando en él.

Odio que mi madre se haya quedado sola.

Odio que no esté ahora al lado de mi hermano, ahora que lo necesita tanto.

Odio no poder contarle mi viaje, mi vida, mi todo...

Odio llorar como lo hago por su ausencia. Y es que papá, como ya dije alguna vez: en tu ausencia no existo. Te quiero, siempre.

Diana

Cuatro años y dos días

Cuatro años y dos días

Ese es el tiempo exacto que llevo de la mano de Daniel.

El tiempo que he podido ver su sonrisa brillante, primero desde una distancia que parecía insalvable, y ahora tocándole la carita.

Cuatro años y dos días de sueños, de planes, de ideales encontrados, reencontrados, buscados y perdidos, pero siempre compartidos.

Cuatro años y dos días entre Málaga y Madrid. Pasando por Denia, Zaragoza, Santiago, París, Amsterdam, Valencia, Alicante, Oviedo, Granada, Sevilla, Cáceres, nuestra adorada Bruselas y nuestras futuras Shanghai, Pekín, Guilim, Hong-Kong y lo que tenga que venir.

Cuatro años y dos días de música, desde Bersuit (nuestra unión) a Calamaro, pasando por festivales con Macaco, Bob Dylan o The Cure, casi ná.

Cuatro años y dos días de abrazos, caricias, confidencias, besos, miradas.

Cuatro años y dos días de sueño y vigilia, de hambre y desgana, de llantos y carcajadas.

Cuatro años y dos días de fotografías, de vídeos, de dvd's, de series, de películas, de cines.

Cuatro años y dos días de fútbol y baloncesto. De Copas y Ligas, de fracasos y derrotas.

Cuatro años y dos días de familia y amigos, de conocidos que se van y desconocidos que nos embriagan con sus palabras, de Carminas viajeras, Davides huídos, Julianes devueltos a nuestra vida. De nuestros amigos comunes y ajenos.

Cuatro años y dos días de realities, de frikadas, de foros, de sustos y paranoias.

Y siguen, y seguirán. Y la historia continua pese a todo. Aunque pocos creyeran en nosotros al principio.

Cuatro años y dos días de "nosotros", dejando el "yo" y el "tú" para otros momentos.

Cuatro años y dos días de toda una vida. Antes que tú no había nada, Dani. Las gracias te las debo yo. TQMG

...

...

Antes escribía y ponía el corazón en cada palabra.

Parecía que era fácil juntar una letra, y otra, y otra. Y lo que salía me llegaba, me gustaba, me llenaba.

Ahora quizás lo hago de forma forzada. ¿Quiero escribir o lo hago porque no debo abandonar este bello hábito?

Da igual. Lo mismo da que da lo mismo.

Hoy es 11-M, y ante eso poco más cabe decir. 4 años. Han volado los días, y aquel día volaron por los aires sueños, ilusiones, esperanza y futuro.

Que nunca más se repita algo así. Que ninguna palabra o acción despierte tanto odio como para generar de nuevo algo tan horrible como lo sucedido aquel fatídico 11 de marzo de 2004.

Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid

Llorando

Para todos aquellos seguidores de "Prison Break",que entenderán perfectamente lo que quiero decir, si han visto la tercera temporada.

Para todos los llorones, porque saben lo que ésto significa.

Y especialmente para mi hermano, que necesita muchos ánimos, y yo no sé bien cómo dárselos.

Siempre has sido fuerte, y sé que ni ésto va a poder contigo. Si necesitas mi mano tómala, y llámame, y grítame, porque estoy siempre a tu lado, estamos siempre a tu lado, chache. Te quiero.

"Yo estaba bien
Por un tiempo
Volviendo a sonreir
Luego anoche te vi
Tu mano me retoco
Y el saludo de tu voz

Te hable muy bien
Tu sin saber
Que ha estado llorando
Por tu amor
Llorando por tu amor

Luego de tu adios
Senti todo mi dolor
Sola y llorando
Llorando

No es facil de entender
Que al verte otra vez
Yo estoy llorando

Yo que pense que te olvide
Pero es verdad es la verdad
Que te quiero aun mas
Mucho mas que ayer

Dime tu que puedo hacer
No me quieres ya
Y siempre estare
Llorando por tu amor
Llorando por tu amor

Tu amor
Se llevo
Todo mi corazon
Y quedo llorando

Llorando
Llorando
Llorando
Llorando
Llorando
Por tu amor"

Bienvenida, Irene

Las cosas no son fáciles en la vida.

Cuando todo parece sonreír un nubarrón inmenso se posa sobre tu cabeza y empieza a diluviar.

Algo así debieron sentir L. Y S. Sobre ello escribí allá por septiembre (si no me equivoco), sobre el adiós temprano del pequeño Diego.

Pero hoy, tras llegar a Málaga, me recibe la mejor noticia posible. Porque es un "nacimiento", porque la vida básicamente es eso: vida y muerte. Y hoy hay vida. Y en nuestros brazos está Irene, que será querida como se merece, que será nuestro nuevo juguete, a la que intentaremos dar todo lo que la vida quiso negarle.

Tienes los mejores padres del mundo, y aquellos que te hicieron Irene, te quieren como a nadie, pero no pueden hacerse cargo de ti. No se lo tengas en cuenta, agradéceles que te dan una vida mejor. Son buenos, sólo por eso demuestran ser en verdad muy buenos.

Mañana L. y S. te acogerán en sus brazos, nunca olvidaremos a Diego, pero hoy Irene eres tú nuestro sueño.

Bienvenida mi niña

D.E.P. Antonio Roldán

Un frío sms me dice que Antonio Roldán ha muerto.

Antonio Roldán significa radio. Para mí además algunos de los momentos más intensos de mi vida. Porque él estaba cuando yo empecé en la radio, en mi primer día en Radio Libertad, allá en Chinchón.

Cuando aún yo soñaba con llegar a algo en esta profesión del periodismo, cuando aún creía en ello, y en que quien vale llega.

Hoy se me ha helado el corazón con el sms de C. Sabía que tenía una enfermedad, pero cuando una deja de oir hablar de alguien durante un tiempo, ingenua de mí, piensa que es porque las cosas van bien.

Descansa en paz Antonio. Gracias por lo que me enseñaste, que aunque no acabaramos demasiado bien, fue bastante lo que aprendí de ti.

Marcos

Marcos ha nacido. El pequeño Marcos, al que no puedo dejar en una única inicial (porque además coincidiría con la del gran M.).

Marcos ha nacido para traernos más alegría si cabe, para unirnos más aún, para que nos miremos todos con otros ojos. Y juntarse así él con sus "primas" Sofía y Carla.

Y así ya tengo mi póker de "sobrinos", que no son de sangre, pero a los que quiero con toda mi alma.

El sábado si todo va bien veré por primera vez sus ojitos y agarraré sus manitas, ese momento que tanto me gusta, mientras sus padres C. y J. me miran con esa dulzura habitual.

Y me abrazaré a D., porque espero que también esté, y nos miraremos prometiendo cuidados y cariño a ese niño que todo lo merece, porque ha sido como un sueño por fin hecho realidad.

Y es que a veces la vida parece una película con final feliz. Ha acabado la primera parte y si todo va como debe y hay éxito de taquilla tendremos las secuelas pronto.

Enhorabuena a sus papis, y enhorabuena a Marcos, porque llegas a una familia excepcional, del primero al último. Te quiero.

Antonio Puerta

Antonio Puerta

En el adiós a Puerta hay lágrimas, hay mucha desazón, mucha tristeza, mucho dolor.

En el adiós a Puerta hay desesperanza, desilusión, incomprensión, miedo.

En el adiós a Puerta hay millones de recuerdos, y bufandas al aire, e himnos que El Arrebato eleva al cielo.

En el adiós a Puerta hay tanto dolor, tanto dolor, tanto dolor.

Adiós Antonio, gracias por el fútbol, gracias por la sonrisa.

Hasta siempre Antonio.

Porque en el adiós a Puerta lo que no habrá nunca será olvido.

Ella y yo

Ella y yo

Ni libre ni ocupado

Ni libre ni ocupado (http://taxilibre.imagina-web.net/) es el blog ganador del concurso de 20 minutos, pero sobre todo es el blog de un antiguo amigo. Cambiado, pero en el fondo leyéndole sigo reconociendo a Dani Díaz, ese loco técnico de sonido de Radio Libertad, con el que tan grandes momentos he pasado.

Enhorabuena Dani, y sigue sin agregarme a tus enlaces, que te ha dado suerte. ;)

Os lo recomiendo, pero ahora ya no tiene mérito. Lo que sí lo tiene es haberle conocido en aquellos tiempos, irrepetibles e inolvidables, esas noches en Cartoon y alguna que otra "noche de las estrellas" en Denia, cuando ambos estábamos realmente perdidos en esta vida.

Hasta pronto!!!

25 de abril

Ayer le hubiera regalado unas cuantas películas, dvd's de todo tipo, piratas y originales, eso daba igual. Para que pasara las horas muertas delante de la televisión, riendo y llorando, emocionándose, alterándose, viviéndolas como si fuera él el protagonista.

Me hubiera encantado regalarle libros, de cualquier temática, preferiblemente novela histórica, para que luego me contara lo que había leído y cuanto le había gustado.

Hay tantas cosas que le habría regalado, pero no voy a hacerlo. Ni ayer, ni el próximo año. Sólo llenaré mi cabeza de ilusión por lo que habría regalado a mi padre por su cumpleaños, para de nuevo caer en la cuenta que ya no tengo ocasión de preocuparme por hacerle ningún regalo.

Qué de palabras querría haberle regalado...

M.

Estoy agobiada, muy muy agobiada. Y no es por mí, ni por nada que me concierna directamente, o al menos nada en lo que yo pueda colaborar.

Estoy agobiada por haber sentido de viva voz el sufrimiento de M., un amigo como pocos, como ninguno más bien. A veces las palabras reflejan muchas cosas, pero juro que hasta que no le he oído no he comprendido el empaque del problema. Y es grande. Porque a mi M. se le ha borrado la sonrisa como nunca, se le apagan las palabras y se le borran los sueños. Y yo no voy a permitir que eso pase y le vea alejarse, hundirse, temerse.

Me ha desconcertado su voz tan tenebrosa, tan seca. M. no es así. M. es alegría, locura, esperanza, sueños utópicos, pero sobre todo M. siempre ha sido ilusión, al menos para mí. Y fuerza, la que te daba cada abrazo suyo.

Mi madre siempre recuerda a M. por sus abrazos, en un día tan duro como cuando estábamos en el tanatorio junto a mi padre. Y cómo olvidarlos? Yo tengo la suerte de haberlos recibido en multitud de ocasiones, riendo y llorando, aunque casi siempre riendo. Esos abrazos bárbaros (en la acepción más argentina posible), por los cuales casi todas sus amigas se quejan, y con los que yo tanto disfruto.

Porque me hacían sentirme protegida, querida, necesitada.

M. da todo, da demasiado, tanto que jamás encontrará recompensa. Si tuviera que elegir cinco personas para estar con ellas en una isla desierta el resto de mi vida no me cabe ninguna duda que él tendría su lugar.

Porque ahora me falta pero sé que le tengo. Pero sólo pensar en que me faltara de verdad, que M. no existiera o nunca más le pudiera ver esos ojos tan vivos... se me cae el mundo.

M. es imprescindible, como pocas personas lo han sido, son y serán. Porque me dio y me da todo, sin recibir nada a cambio, sin exigir, sólo aconsejando a que vaya por un camino más correcto. Porque siempre ha creído en mí, y me ha apoyado, aunque no me lo mereciera o mi elección pudiera hacerle daño.

Quiéreme M., no dejes de quererme, porque la felicidad que yo he podido sentir estos últimos tiempos se apaga como una cerilla si tú no tienes fuerzas ya siquiera para seguir queriendo.

Vuelve a sonreir, vuelve a soñar, vuelve a ser ilusión... porque sin eso yo también me rindo, te lo prometo: me rindo Marcos.

Nos volveremos a ver

No son justas las rupturas, al menos algunas.

Incluso las hay que me rompen el corazón. No quiero un A. sin S., ni una S. en Buenos Aires sin A.

Pero tengo que reconocerlo: no soy Dios. Ya me he dado cuenta de que la vida no es un cuento que manejo a mi antojo, y que a veces las personas que más quiero no pueden estar/ser como yo quiero.

Dije adiós para siempre a mi padre, un hasta luego que aún dura a T. y a R., cuando eran mi único y fundamental apoyo, me despedí de muchos al dejar mi trabajo en la radio, y de todos cuando me vine a Málaga. Y ahora le he dicho adiós, por un triste mensaje de texto, a una S. increíble, magnífica, maravillosa, tan lejana que me parte el corazón.

Como le dije a ella: espero que “Volver” no sea sólo el título de un tango. Porque me cuesta creer que los días de Bersuit en España llegaron a su fin. No quiero, no puedo, no debo pensar que nunca más te volveré a ver. No es justo.

Gracias por los momentos que he compartido contigo, y por las charlas aderezadas con risas y acentos diferentes. Me has enseñado mucho, no permitiré que haya un adiós definitivo.

Como decía Andrés Calamaro, aunque sé que no te gusta: “Nunca hay un adiós total entre dos ñeris”.

22

22

Antes que nadie (bueno, no, pero esa es otra historia) y antes de que llegue el momento incluso, quiero felicitar desde aquí al responsable de tantas cosas.

Felicidades mi niño, felicidades y que sigas soñando, con esa cautivadora sonrisa como respuesta a la dudas.

Y los dos patitos llegan, y la alegría continúa, y mi vida más unida a la tuya que nunca.

Bendito 10 de noviembre, ¿quién me lo iba a decir a mí? ¿Qué estaría yo haciendo cuando tú abriste los ojitos por primera vez?

T.E.S.M.A. ;)

MI hermano

Hoy he disfrutado un rato largo de su compañía, de este hermano frío que a veces deja translucir un poco de cariño.

He sido feliz, como siempre soy con él, cuando me desato a hablar y él me escucha como si nada, pero graba todo a fuego.

Es un ser peculiar, me hace sentirme muy segura, muy protegida, como cuando estaba mi padre.

Gracias Dani (cómo se iba a llamar si no), por poner algo de luz cuando había oscuridad.

Te echo tanto de menos

Cuatro años sin ti, papá, pero el resto de mi vida acompañándome para ser mejor persona, apoyándome para no sentirme sola, animándome para no llorar, creyendo en mí para triunfar.

Cuatro años sin ti, papá, pero el resto de mi vida para seguir admirándote.

Te quiero, te echo de menos... te echo tanto de menos.

H. ya es A.

Ha nacido. Esta tarde, cuando yo andaba perdida entre las carreteras de Cádiz.

H. ya es A. y yo me he quedado sin verle los ojitos.

Pero he oído a R., con una voz más madura, más tranquila, una voz de felicidad cansada.

Enhorabuena, sobre todo a A., porque tiene una madre que es especial hasta decir basta.

H. ya es A.

Carla

El día 1 de febrero llegó a nuestras vidas Carla. Una pequeña criatura de 3.300 gramos, hija de M. y M., una doble M que se entrelaza perfectamente, y que es muestra de que el amor es más fuerte que ninguna institución, sea esta del tipo que sea.

Carla llega, y yo desde la lejanía siento una inmensa felicidad por haber sido partícipe de la vida de su madre.

M. llega a mi vida cuando yo tengo 15 años, y lo hace como novia de mi “amigo-hermano” A.

Una relación adolescente, buscando ser madura cuando era algo que la edad negaba (y A. con sus actos también).

Cuando nos conocimos yo iba con recelo. M. no dejaba de ser una más que se cruzaba entre la amistad que A. y yo teníamos. Desde los 3 años juntos, y cada vez que una chica aparecía en su vida (y eran muchas) yo sentía temor de perderle. El tiempo ha demostrado que eso no iba a pasar.

M. se quedó para siempre a mi lado, sí. No como novia de A., sino como amiga mía. La amistad fue creciendo, y sin saber cómo se cimentó con fuerza. Y hoy me siento más orgullosa aún de haber tenido la posibilidad de compartir con ella los sinsabores de la vida, y los momentos más dulces, por supuesto.

Quizás la manera de enterarme no ha sido la más bonita, ni la justa, ni la soñada; ha sido bastante fea, pero la noticia en sí vale más que el resto.

Carla, bienvenida.

Carla, gracias por llegar y ponernos a todos una tierna sonrisa en la cara.

Carla: qué suerte tienes de tener una madre como la que tienes.

Te quiero mucho, M.

Hasta siempre

Esperas la llamada durante días. Llega por la noche, siempre estas cosas parecen suceder a la misma hora.

Oigo a mi madre hablar, con voz pausada, relajada. Cuelga el teléfono.

Me acerco a su habitación y le pregunto.

"Ya está". Me contesta.

Mi abuela ha muerto, y sin embargo no me siento tan mal como debiera, quizás porque nuestra relación nunca fue muy agradable, y desde hace tres años y medio (cuando murió mi padre) era inexistente.

Y por lo que peor me siento -egoísta de mí- es por no ser capaz de soltar ni una lagrimita, por no tener en el pecho el dolor que siempre he sentido con estas noticias.

Pero es que ya era muy mayor, ya había sufrido demasiado y esta noticia la veo como una liberación para mi tía, que desde siempre estuvo atada o colgada a sus faldas, quisiera o no.

No ha sido un agradable despertar, ni será un bonito atardecer.

La gente se muere, hoy le ha tocado a mi abuela, y sé que durante el día, durante el resto de días, irán cambiando mis sentimientos, porque por mucho que parezca fría, distante, no lo soy.

Simplemente las familias son así, los cariños no se marcan por un grado familiar.

D.E.P. abuela.

Mis monografías II. Mi padre

Los humanos demostramos ser torpes constantemente, pero quizás la mejor muestra sea el hecho de no darnos cuenta de lo que queremos a alguien hasta que lo perdemos.

Qué paradoja, qué estupidez.

Hace más de 3 años y medio que le miré por última vez a los ojos. Me dio su alianza para que la guardara junto a mí, hasta que saliera del quirófano. El destino no quiso que nos reencontraramos para devolverle su preciado bien (del que jamás hasta ese día se había separado) y no pude devolvérsela.

Mi padre, Isidro, nació en Madrid, en una familia muy muy humilde. Eran 5 hermanos (2 chicas y 3 chicos). A día de hoy sólo viven las mujeres. Perdió muy joven a su padre, poco después a su hermano pequeño y más adelante a su hermano mayor.
Los genes no estuvieron nunca del lado de la parte masculina de la familia, y por eso a él le tuvo que llegar también lo que estaba marcado.

Trabajó desde los 11 años, primero como botones de un hotel, o algo así, luego como aprendiz en el negocio de la peletería, en el que se quedó y acabó prosperando. Mi padre tenía algo de artesano, era un gran trabajador, una persona honrada, enamorado de su empleo, demasiado entregado a unos jefes que al final no se comportaron como esos hermanos que decían ser.

Pero realmente sólo tuvo un gran amor, sólo uno a lo largo de su vida, por el que habría dado hasta su vida: mi madre.

No soy yo la que comenta este hecho (sería fácil que idealizara una relación), es algo que siempre todo el mundo me ha contado.

Estaba rendido a mi madre, no vivía para otra cosa que no fuera ella. Cada día cientos de piropos inundaban el ambiente, cada día miles de miradas embrujaban a quien pasaba cerca. La admiración de mi padre hacia ella nunca se fue, incluso el último día seguía viendo en sus ojos marrones aquel brillo tan especial.

Podría enumerar cientos y cientos de recuerdos sobre él, con él., Desde aquellos lejanos domingos de mi infancia en los que nos íbamos a visitar la Sierra de Madrid, hasta aquellos más cercanos en que silenciosos ambos nos sentábamos en el salón (él en su sillón) y veíamos cualquier partido de fútbol entre discusión y discusión.

Recuerdo su alegría con mis éxitos académicos, como por ejemplo el día en el que supo que me aceptaban en Periodismo (después de un verano entero pensando que me quedaba fuera por una maldita décima). Sus sueños estaban impregnados de ternura. Pensaba que yo triunfaría en el periodismo, confiaba en mí como nadie, creía que algún día escribiría un libro, que algún día le sonreiría desde lo más alto.

La nostalgia me alcanza cada día que voy al Bernabéu y me veo a mí, muchos años atrás, llegando de su mano a ese estadio, para ver al primer equipo, para ver a los equipos de la cantera (me acuerdo de lo que le gustaba José María, un gaditano que se llamaba como su hermano pequeño, delantero que acabó jugando algún partido en el equipo de su tierra, y que además, para más INRI, era hermano de la Niña Pastori).

Mi padre me enseñó a disfrutar de muchas cosas: del deporte, de la lluvia detrás de una ventana, de la música, de las tormentas, del sol, las montañas y el amor. De la comida, de los pequeños caprichos que a veces puedes permitirte, de todas aquellas pequeñas cosas que están a diario en nuestra vida.

Siempre supe que mi padre, pese a tener demasiado tiempo ocupado en trabajar, disfrutaba al máximo cuando llegaba a casa y veía que nosotros estábamos bien.

No hay nada que le hiciera más feliz (aparte de mi madre, como ya le he dicho) que ver que la relación entre mi hermano y yo era y es excepcional.

Era un hombre de familia, al estilo clásico, adorador de su madre (aunque esta nunca fuera una madre idílica), de sus hermanos, de sus sobrinos, de cualquiera que tuviera su sangre. Sus grandes amigos eran los del trabajo, no tenía tiempo para más.

Le recuerdo cada día, y es a cada instante cuando me doy cuenta que le echo de menos más que antes.

Sé que él murió sabiendo que le quería, pero que le hubiera gustado sentirlo más a menudo. No fui muy justa con él, y por eso necesito creer que existe otra vida, una en la que me encontraré con él y le pediré perdón por no haber sido como debería. Una en la que pueda ver que seguimos luchando, aunque nos cueste estar sin él. Que jamás le olvidaremos, que no hay día en el que no se asome una lágrima en nuestros ojos recordando su sonrisa, tan limpia, tan serena, tan amplia.

Tengo en mi habitación en Málaga una de mis fotos favoritas, aquella en la que mi padre, con su habitual sonrisa, feliz como muchas veces, en la antigua casa de Aluche, nos tiene sobre sus hombros a mi hermano y a mí (yo con apenas meses). La foto es genial, y así es como quiero recordarle siempre, sonriendo, sonriendo, sonriendo.

Porque yo sonrío cada día para demostrarle que hacía bien en confiar en mí, en creer que podría ser capaz de cualquier cosa.

Cuanto le extraño, cuanto le quiero, cuanto le necesito. No hay nada ni nadie que pueda llenar el hueco que deja un padre cuando se va